Hay piezas literarias que parece que se mantienen inmunes al tiempo, ya que relatan tan elocuentemente la naturaleza humana que no podrían dejar de ser vigentes. En el libro “La Peste” de Albert Camus los ciudadanos de Oran niegan su destino. Incluso cuando una cuarta parte de la ciudad está muriendo, siguen imaginando razones por las cuales el problema no les sucederá.
Camus escribe: ‘La peste es tan común, ha habido tantas plagas en el mundo como guerras, pero las plagas y las guerras siempre encuentran a las personas de la misma manera, no preparadas. Cuando estalla la guerra, la gente dice: «No durará, es demasiado estúpido». Y la guerra es ciertamente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. Los ciudadanos de Orán eran como el resto del mundo, eran humanistas: no creían en la peste. Una peste no tiene dimensiones humanas, por lo que la gente se dice a sí misma que es irreal, que es un mal sueño que terminará. La gente de nuestro pueblo no era más culpable que nadie, simplemente se olvidaron de ser modestos y pensaron que todo era posible para ellos, lo que implicaba que la peste era imposible. Continuaron con los negocios, haciendo arreglos para viajar y manteniendo opiniones. ¿Por qué deberían haber pensado en la plaga, que niega el futuro, niega los viajes y el debate? Se consideraban libres y nadie será libre siempre que haya peste y hambruna «.
Creo que existe algo bello en esas líneas, negar la enfermedad y pandemia más que un destello de ignorancia resulta un grito de esperanza en un futuro en el que una enfermedad no puede parar el mundo, sin embargo, en la novela y en la realidad la muerte avanza y la respuesta que da Camus ante esta situación es la decencia: “Todo esto no se trata de heroísmo. Se trata de la decencia. Puede parecer una idea ridícula, pero la única forma de combatir la plaga es con la decencia «. Un personaje le pregunta al Dr Rieux (personaje principal de la novela) ¿Qué es la decencia? La respuesta del doctor Rieux es tan cortante como elocuente: «En general, no puedo decirlo, pero en mi caso sé que consiste en hacer mi trabajo».
Siguiendo lo que nos enseña Camus en su libro, no nos queda más que ser decentes y cada quien dado el contexto actual puede interpretar eso como quiera.
Con estas cifras los ejecutivos de Netflix podrían correr a vender colaboraciones con cualquier marca, ya que los resultados son sobresalientes, y no es que no lo hayan hecho, solo para Stranger Things se hicieron colaboraciones con más de 100 marcas entre las que destacan; Nike, Eggo, Burger King, 7-Eleven, JC Penny. Pero el potencial de colaboración y publicidad no acaba en lograr colocar un producto dentro de un capítulo, las marcas están pagando por colaboraciones para utilizar la imagen y el concepto de las series para crear experiencias, tal es el caso de Baskin-Robbins, que creó una experiencia en torno al concepto de «Scoops Ahoy», marca de helado que aparece en la serie.
Aunque el «product placement» no es un concepto nuevo, Netflix está abriendo nuevas oportunidades para marcas y anunciantes, la viralidad y alcance de sus programas originales ofrece una oportunidad inigualable para que las marcas coloque productos, que se alinea perfectamente con el contenido del programa, se pueden crear experiencias muy interesantes para los consumidores.
Netflix sigue creando contenido en latinoamerica, especialmente en México, será muy interesante ver si hay marcas que pueden capitalizar esta oportunidad y lograr un «product placement» tan interesante y benéfico como el que logró Coca-Cola con Stranger Things. A mi parecer Reed Hastings tiene razón, no es necesario meter publicidad pagada a la plataforma, cuando puedes explorar esta vía de ingresos.