El negocio del horror es sin duda muy redituable, se estima que el gasto de este año en temas relacionados con Halloween en EEUU alcance los 10 mil millones de dólares (10.14 billions). Pero la industria no es solo una fecha, desde atracciones en parques temáticos, videojuegos de terror, literatura o cine, que en el caso de EEUU, aunque solo se estrenan al rededor de 40 filmes anualmente, estos representan el 20% de la taquilla total, el terror es una fuente inagotable de negocios y posibilidades. Asustar a la gente es cosa de ciencia, ya que si lo haces demasiado se vuelve desagradable pero si lo haces muy poco se vuelve aburrido.
Los tres componentes neurológicos del terror
El gusto por el terror es una respuesta biológica, evolucionamos para sentir curiosidad por el peligro y usamos las historias y la experiencia de otros para aprender sobre el mundo y sobre nosotros mismos. Las historias de terror nos permiten simular imaginativamente los peores escenarios, nos enseñan el lado obscuro del mundo, nos hacen reflexionar sobre las emociones negativas de otros y las propias. El terror tiene tres componentes principales que generan una reacción en nuestro cerebro y que dependiendo de nuestro tipo de personalidad nos afectan de manera diferente, estos componentes son: Shock, Asco y Miedo.
Shock: Es una reacción instintiva e inmediata ante un impulso, no es duradero y se olvida fácilmente. El shock se ocasiona ante algo repentino o ante algo que va en contra de nuestras expectativas.
Asco: Esta sensación esta muy relacionada con nuestra personalidad y configuración neuronal, es una reacción gutural ante una amenaza, no es controlable y lo que más asco nos genera son cosas que nos recuerdan situaciones o amenazas que atentan contra nuestra supervivencia.
Miedo: El miedo depende del contexto, la cultura y el procesamiento de la información, a diferencia del asco que nos repele, el miedo activa nuestra curiosidad, especialmente si podemos aprender de cómo otras personas han afrontado una situación anormal o desconocida.
Los estados mentales que genera el terror en nuestro cerebro.
El reto para las empresas dedicadas al negocio del terror es que al crear atracciones o productos, estos no solo asusten a la gente, la experiencia tiene que ser memorable y tienen que desear repetirla. Para lograrlo se utilizan los componentes del terror y dependiendo el involucramiento de las personas en las experiencias el cerebro entra en alguno de los siguientes tres estados mentales.
En primer lugar nos sentimos aterrorizados, esto sucede cuando no controlamos la situación y simplemente nos alejamos sin profundizar. En segundo lugar tenemos un sentimiento de auto construcción, al exponernos completamente a una situación atemorizante, aun cuando no tenemos control, nos hace sentir que logramos algo y obtenemos la química mental equivalente a superar un reto. En tercer lugar generamos un sentimiento de supervivencia, al dominar y superar un reto nos sentimos más preparados, el cerebro nos llena con la química mental del placer y la satisfacción ademas de que psicológicamente nos sentimos preparados para enfrentar situaciones adversas.
Exponernos a situaciones terroríficas controladas es benéfico para nuestros cerebro, las personas que consumen regularmente cine de terror manifestaron menos angustia psicológica en respuesta a retos cotidianos, adicionalmente a los beneficios químicos en nuestro cerebro, el consumo de contenido de terror es una respuesta adaptativa del cerebro ya que por la experiencia de otros aprendemos sobre la muerte, esta es la razón de porque nos cuesta apartar la mirada cuando pasamos junto a un accidente, nos produce satisfacción ver programas de crímenes, una película de terror o un documental sobre lo paranormal. Ahora ya conocen un poco más sobre el terror y los efectos que tiene en nuestro cerebro, quizá con más ganas puedan planear algo para este fin de semana.
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