Apple anunció que cancela su denominado «Proyecto Titán», el cual tenía como objetivo desarrollar un vehículo eléctrico. Para muchos analistas, esto representa una derrota, ya que después de dedicar casi una década al proyecto, más de dos mil empleados y varios millones de dólares, la empresa no consiguió su objetivo.
A mi parecer, esto no es una derrota sino un ejemplo de cómo una compañía puede superar la falacia del costo hundido de manera exitosa. La falacia del costo hundido ocurre cuando continuamos con una estrategia debido a las inversiones previas de tiempo, dinero o esfuerzo, buscando justificar nuestras decisiones pasadas. Este patrón se intensifica cuando hemos dedicado tiempo a reflexionar sobre nuestras elecciones o a entender en profundidad el producto o la estrategia en la que nos estamos involucrando. Para el caso de Apple, podemos asegurar que se intensificó por el compromiso tanto financiero como de personal que invirtió en el proyecto.
La economía y las finanzas nos han enseñado que al evaluar inversiones, debemos ignorar los costos fijos y hundidos y, en cambio, tomar decisiones considerando los costos e ingresos marginales. Sin embargo, los patrones innatos de nuestro cerebro para tomar decisiones no son fáciles de modificar.
Para los directivos de Apple, seguramente fue doloroso desprenderse del proyecto, pero al hacer un análisis financiero y de economías de escala, se dieron cuenta de que no podían competir con BYD o Tesla y que podían utilizar tanto al personal dedicado a ese proyecto como las innovaciones que surgieron de él, en otras líneas de negocio más redituables, según el comunicado de Apple sobre el desarrollo de inteligencia artificial. A lo lejos, podemos decir que esta decisión es sensata y racional, pero nunca debemos subestimar los sesgos mentales, en especial la falacia del costo hundido, la cual nos afecta a todos, ya que nuestro cerebro registra la inversión original como un compromiso y le da un peso desproporcionado. Es por este sesgo que nos quedamos más tiempo en relaciones que no nos hacen bien, mantenemos trabajos que nos quitan más de lo que nos dan, continuamos viviendo en casas que no son convenientes o incluso mantenemos en nuestros portafolios de inversión activos que perjudican nuestros rendimientos.
Ninguna empresa o persona se libra de caer en este sesgo mental. Para empresarios y emprendedores, es crucial reconocer este sesgo y superarlo. Para hacerlo, podemos enfocarnos en tres áreas:
Evaluación y Análisis: El primer paso es descubrir que estamos cayendo en la falacia del costo hundido. Para ello, podemos realizar reevaluaciones periódicas y análisis de costos y beneficios futuros para mantener la objetividad. Un buen método es apoyarnos en consultas con terceros imparciales y feedback anónimo para obtener perspectivas no sesgadas. Pero lo más importante es establecer puntos de salida claros y diversificar las inversiones para evitar la dependencia excesiva en un solo proyecto.
Cultura y Procesos Organizacionales: Las personas dentro de los proyectos tienden a aferrarse a ellos por temas de “accountability” o por sentir que un fracaso del proyecto es equivalente a un fracaso personal. Para solucionarlo, las empresas pueden fomentar un entorno que valore el aprendizaje continuo y vea el término de proyectos como una oportunidad para crecer, no como un fracaso. Debe existir una priorización de objetivos a largo plazo sobre los éxitos a corto plazo para guiar las decisiones estratégicas, y lo más importante, deben capacitar a las personas en la toma de decisiones y el reconocimiento de sesgos cognitivos para fortalecer las habilidades del equipo de liderazgo.
Comunicación y Transición: Cuando un proyecto llega a su fin, debemos hacer un control de daños. Para esto, debe existir una comunicación clara de las decisiones y sus razones a todos los niveles de la organización. Esta comunicación debe incluir los planes para ayudar a los empleados a transitar hacia otros roles o proyectos, incluyendo la capacitación en nuevas habilidades. Y lo más importante, debemos realizar una evaluación retrospectiva para extraer lecciones y mejorar los procesos futuros.
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